
Dibujante titular de toda una casa editorial, Alejandro Magallanes le ha dado a Almadía una de los favores más grandes que se le puede hacer a una línea de libros: hacerlos perfectamente reconocibles entre los cientos de títulos de novedades. Aunque evidentemente no es el único responsable de esta imagen singular, sus diseños cubren toda una gama de temas que hacen cada nueva entrega de la casa editorial una espera emocionante sobre las imágenes y colores que se dispondrán para dar la cara de un texto. Lector de cada libro que diseña, no hay ningún patrón más que la calidad pues cada portada refleja rasgos esenciales del contenido que el lector enfrentará después.
Si uno ve el desfile de títulos de esta editorial entenderá de una vez lo que hace un buen diseñador: la conversión del libro en algo físico, en algo noble digno de celebrarse (también) por su superficie.
Aunque para principiantes la apariencia del libro puede encontrarse entre las características secundarias al momento de la elección, el experimentado sabe que una buena portada también habla del cuidado que una editorial ejerce sobre sus producciones. Más allá del asunto de si es bonito o no, la cuestión del exterior ayuda a guiar al comprador en la calidad que consecutivamente presenciará, ya que la labor del diseño no está confinada únicamente a la corteza exterior, si no al resto del libro. Y es muy, pero en serio, muy posible que una mala portada sea una señal de que el resto del contenido estará maltratado, siguiendo la pauta de la primera impresión.
Veamos, el diseño implica: medida de las páginas, el tipo y tamaño de la letra, márgenes, espacio entre líneas, la colocación de títulos, papel, encuadernación, los detalles que construyen una totalidad, imágenes en el momento justo, colores que pueden desvirtuar o potenciar un significado, el empastado que puede hacer durar un libro durante décadas o unos cuantos meses, la pasta, la monotonía de las cornisas, el papel que deslumbra y aquel en que las imágenes están inevitablemente pixeleadas y tamb…….(largo etcétera).
Las ideas del autor vinculadas con un diseño de las letras y del mismo libro son uno de los factores con los que editoriales, diseñadores y autores han jugado durante mucho tiempo, creando ejemplos súblimes (y, mejor aún, desquiciados), de trabajo conjunto. Para muestra
una pequeña recapitulación de Episodios famosos de diseños Librescos
-Los libros misceláneos de Julio Cortázar, (Último Round, La vuelta al día en 80 mundos, Territorios, Silvalandia), seguramente causaron más de un derrame cerebral a sus diseñadores e impresores ,si logran conseguir las reimpresiones que de los primeros dos títulos hizo la editorial RM (basados en el trabajo de Siglo XXI, (orgullosamente mexicano)) serán cómplices de un juego mucho más allá de lo gráfico y lo literario.
- En algún lugar es posible conseguir una versión en francés de los Caligramas de Apollinaire, cuyas letras están organizadas de aceurdo al poema ¿Cómo? Un solitario ejemplo basta: hay un caballo construido con letras.
- Una de esas colaboraciones entre titanes que resultan bien fue la portada diseñada por Diego Rivera para el Canto General de Pablo Neruda, cuya primera edición fue tan limitada que los autógrafos se reservaron para bibliógrafos selectos.
- Dividir o no un libro en varios volúmenes para permitir su portabilidad siempre ocasiona problemas porque muchas cosas están en juego: el precio, la comodidad que ofrece un libro pequeño frente a un ladrillo, y el riesgo de mutilar la continuidad. Uno de esos casos fue el que sucedió con El señor de los anillos de J.R.R Tolkien cuyo propósito fue mantener en un solo libro el total de esta narración; como todos saben, el libro donde están juntas las tres partes es una biblia de digna de todos los elogios
- La historia del Arte de Gombrich, ha perseverado no sólo en los corazones de millones de lectores, sino también durante los cambios de la producción de libros. Editado originalmente cuando el color en los libros era una cuestión de magos, las ediciones más recientes cuentan con la colocación de las láminas de acuerdo al estilo didáctico de su autor, dos listones, y el cariño de toda una generación educada por el sabio enfrentamiento entre el texto crítico y las obras sobre las cuales versa.
El diseño de la cubierta es la apariencia que decidirá si el libro llama la atención o no entre una miríada de ediciones, de ahí que el exterior sea importantísimo, juzgar un libro por su portada es verdaderamente importante.
En estos tiempos en los que se vaticina (con muy poca seriedad) la destrucción del libro como artefacto, surge una nueva práctica: el diseño del libro por el diseño. Si se introducen a las páginas principales de Juniper Books presenciarán una pléyade de armazones para libros que están hechos de acuerdo, no al tema del libro, ni a las directrices de una editorial; estas cubiertas hermosas están hechas, como si fueran vestidos de diseñadores exclusivos, para satisfacer el criterio de sus clientes.
Esta nueva práctica lleva al límite el concepto del libro al convertirlo en un objeto personalizado en los detalles mínimos, creando con él estantes uniformes como adoquines. La gran paradoja es que el libro deja de ser un objeto para leer, y se hace un fetiche: “Mientras los objetos son remplazados por contrapartes virtuales y digitales –desde grabaciones de sonido y libros, hasta álbumes e incluso el dinero- observamos cómo la gente fetichiza el objeto físico. Los libros se tornan accesorios decorativos, por ejemplo, y las portadas de los álbumes en arte”
Para finalizar, les dejo el artículo al que pertenecen este último extracto y la foto que adorna esta entrada y que se llama “Vendiendo un libro por su portada”:
http://www.nytimes.com/2011/01/06/garden/06books.html?pagewanted=1&sq=book%20by%20its%20cover&st=cse&scp=1