
Tal vez debería hablar de libros pues de eso se trataba el texto-plataforma que dio origen a esta entrada (y a la materia), pero este es el blog de la Reproducción de los Árboles y se rige por leyes distintas. No me es posible soslayar lo más elemental ya que, como diría Julio Cortázar, un libro que no se lee es como una bicicleta sin pedaleos. Así pues, en otro texto de Carlos Monsiváis se lee lo siguiente:
En contra de la creencia abusiva en la anécdota, la cita de Nietzche. Los peores lectores. “Los peores lectores son aquellos que se comportan como soldados en un saqueo: se llevan alguna cosa que pueden necesitar, ensucian y embarullan lo demás y acaban por ultrajarlo todo” (La anécdota y el revés de la trama, en Revista de la Universidad de México, no.68,2009)
La cita de cita viene a cuento pues, en el texto sobre el innecesario homenaje a los libros Monsiváis delimita aspectos sobre e infra dimensionados de la lectura como actividad humana esencial. Él, cuidadoso lector, no comparte el tono de algunas de las tesis más pesimistas, lloriqueos después de todo, sobre lo poco que se lee en nuestro país. Al contrario, nos muestra que la lectura no es ni una garantía para la eclosión del humanismo en un fulano de tal; y al reverso, tampoco es la falta de esta práctica la causa de todos los males a los que se puede hacer acreedor ese mismo señor.
Si nuestros prejuicios sobre la lectura pudieran concretarse con la misma facilidad con la que los enunciamos, entonces no existirían casos como el del genocida nazi que disfrutaba del barroco después de un día de trabajo. Y aunque hay profesiones y oficios que pueden intercalarse con la visita constante a las letras (dichosos como esos inadaptados europeos que suelen ser zapateros-filósofos), no todos gustan de leer gracias a la misma razón por la que no todos podemos ser iguales. Toda invención humana (y pocas tan hermosas como la lectura) incorpora dos andares: el de nuestra naturaleza y el de nuestra cultura.
En cada individuo el enlace se efectuará dando como resultado el enamoramiento por los libros, y en muchos tal enlace culminará en otras cosas. Así pues y en estricto sentido, no hay nada que lamentar en el hecho de que a una persona no le guste leer. Por el otro lado, lo lamentable sucede cuando uno quiere leer y no lo dejan los tumultos del día a día. Por eso, no es preciso esperar que una persona desarrolle artificialmente el gusto por la lectura, tal esperanza sólo crea vicios en la lectura que desembocan en esos personajes que Nietzche compara con los mercenarios.
Como cualquier otra práctica humana, la práctica constante y el refinamiento técnico también existen en la lectura. En algunos países y centros académicos aun existe el puesto de “lector”, que no sólo se encarga de la función obvia, sino que también conduce los textos a una interpretación y vocalización correctas. De acuerdo a eso, la lectura puede efectuarse profesionalmente o aficionadamente, pero siempre debe existir alguna clase de respeto y apertura que impida a la subjetividad hacer de las suyas, esto es, el desmadre producido por las cerraduras del criterio.
La tragedia de la teoría, subrayarlo es TAN necesario, es no poder conectarse con la realidad. Igual da para cualquier otra cosa que ustedes gusten, en nuestro caso, los libros. Este compendio de “pensamientos” sólo tiene el propósito de defender el acto de leer sólo cuando es consecuencia de un amor vigilado, y como una experiencia plena -en el sentido Oriental de que la trascendencia no se alcanza en el Cielo o después de la muerte, sino en la vida diaria.
CONCLUSIÓN:
Leer constantemente corrige la ortografía, ablanda y fortalece la lengua, posibilita la sinapsis y salva al cerebro, pero no te hace mejor persona (en realidad lo hace, pero cuando la lectura se hace bien y con gusto).
Feliz 11 de febrero.
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