
Una vez que le puse al radio, específicamente en Reactor 105.7 durante su programa El fin del mundo, me encontré con algo inesperado: una entrevista con un escritor que afirmaba trabajar en una editorial vanguardista. Tal escritor y tal editorial venían de sobreponerse a una historia amarga con la Joaquín Mortiz, otrora el bastión del arte literario y ejemplo a seguir en cuestiones tan variadas como el diseño gráfico de sus portadas y la diversidad de autores que llegaron a publicar (Echen un vistazo en google a su Serie el Volador, una de las colecciones mexicanas más bellas que su servidor conozca).
Pero del mismo modo que cuando los tarahumaras bajan de sus aposentos de las montañas, la desgracia cayó sobre esa editorial que de repente (y esto habrá que averiguarlo con cuidado) perdió la calidad en muchos aspectos; los más sensibles, el papel y el pegamento, que degeneraron en libros de mala factura y peor aún, caros.
El agraviado era Leonardo da Jandra, y los conocedores del mundo editorial actual sabrán que su empresa era la oaxaqueña Almadía. Claro está, el escepticismo era mucho ante la autopromoción de un autor que en radio sonaba demasiado mamón y profético, pero el primer contacto con un libro de Almadía zanjó todas mis dudas: de verdad eran productos que obedecían al esquema del libro como algo bello, digno de ser coleccionado, y no las baratijas que Joaquín Mortiz empezó a hacer con autores como Ibarguengoitia, Vicente Leñero o Juan Villoro (quien ya lleva varias almadías en su haber).
La tristeza del caso Mortiz viene de su importancia histórica en nuestro país (sólo por dar un ejemplo, casi todos los libros que sintetizaron la turbulenta época de los sesenta, aquellos que le dieron bríos a nuestra incipiente sociedad civil, fueron publicados en Joaquín Mortiz; y no está de más decirlo, también en ERA). Que hoy en día los autores y sus escritos estén bajo el pseudónimo Booklet, sinónimo de libros pesimamente cuidados (lo único actualizado en ellos es su página de derechos de autor), demuestra hasta qué extremos de idiocia puede llegar la razón mercantil.
¿Cómo se relaciona esto con la lectura del profesor? ¡Pues en todo! Estos dos casos (Almadía y Joaquín Mortiz), representan dos lados de la cultura de los libros en México. En el mismo país donde libros clásicos son tratados como cualquier cosa, coexiste una editorial dispuesta a arriesgarlo todo para entregar algo más que libros: artesanías, libros bellos al ojo y al intelecto (¡Métanse a su página, joder!)
En Almadía hay una conjunción armónica entre los autores, los editores, los impresores y los intermediarios. Chequen: los autores son nuevos y realmente proponen textos aventurados; los editores, que suelen ser escritores, o como ellos mismos se nombran, creadores, seleccionan sólo los materiales más acordes a la propuesta editorial de textos que traten de traspasar los límites; los impresores, en colaboración con los diseñadores han creado unas proezas que más vale presenciar que describir en un blog; y por último, los intermediarios nos hacen llegar estas maravillas a precios BAJOS.
En fin, creo que habrán notado que soy fan’s de Almadía, y también, que esta editorial no tiene que defenderse más que con sus libros, una buena noticia en un país que a veces parece desmoronarse. Ya termino: piensen en todo el desmadre que se arma para que podamos leer, disfruten y cuiden sus libros y los ajenos, que no les vean la cara, siempre hay alguien que se lanza a la locura suicida, pero inigualable, de editar un libro hermoso.
Les dejo el blog del diseñador de Almadía para que se den un quemón (jaja).
http://loquehacealejandromagallanes.blogspot.com/
Olmo, tus entradas son muy buenas. Pero, ¿no sería bueno que aplcaras los conceptos del libros de Datus sobre los ejemplos que das de Almadía?
ResponderEliminarJoaquñin Mortiz se perdió en el amplio paraguas editorial de Planeta. Ese es el efecto de la nueva edición corporativa. La tarea de editar cosas interesantes está en las editoriales independientes (como Almadía). Sólo hay un problema en todo esto: la estandarización de sus portadas, producto del trabajo de Magallanes. Checa los libros de La otra escalera, compáralos con los de Nostra Ediciones y verás lo que te digo. Es un diseñador que se repite.