sábado, 23 de abril de 2011

La gran final. (Texto con demasiados símiles)

Aquí, en este tema, entra por en juego el personaje que puede cambiarlo todo: el librero. El vendedor de libro, aquél que por sus propias artes se encarga de lo que está en el trasfondo de todo acto editorial: lo qué sucederá con el resultado del trabajo esmerado y sutil que es publicar un libro; una empresa que aun no ha sido suficientemente reconocida como heroica (y algunas veces) hasta titánica.

La prueba de final, el momento en el que se comprueba si algo valió la pena. Equivalente a las preparaciones deportivas, los otros procesos de edición son estadios en los que prevalece como intención y añoranza el papel que jugarán los consumidores en el futuro de un libro. El momento crucial es el desembarco en las librerías, cuando se sabrá la verdadera fuerza de un título en batallas que pueden durar años, o tan sólo unas semanas, como aquellas películas que no se quedan demasiado tiempo en cartelera.

Vendedores al menudeo, mayoristas o grandes cadenas de librerías deben tener una buena relación con las editoriales si no se quiere que los productos terminen como aquella filas de corn flakes que son escondidos o puestos en los anaqueles más invisibles. La venta es el estado salvaje de la parte editorial; igual que un bebé, el libro es lanzado a un ecosistema de competencia perpetua en el que está en riesgo la salud de sus encuadernados, el blanco de sus páginas y sobre todo, la cuestión de si el título es enlatado o no. Es por eso que el dicho de Jorge Herralde toma sentido al hablar de las empresas grandes y la interdependencia que con ellas tienen las editoriales: “si a Gandhi le da un catarro a las editoriales les da una pulmonía” (Optimismo de la voluntad, FCE, 2009).

Obtener ganancias, mover la industria; obtener pedidos, forcejear los descuentos, exprimir los precios hasta el límite; el paso final no es un solo, es un movimiento articulado por varios ejes de intervención. El cumplimiento de las funciones está reflejado aquí, todo lo que precedió al momento de la venta está integrado en la decisión final del lector que pondrá un balance del significado económico y social de un libro. Así como la economía juega un papel importante, la textura social y geográfica define muchas pautas de ventas: las generales (que pueden llegar a diferente partes del mundo con sus respectivos idiomas) y las especializadas (que necesitan de intermediarios preparados para satisfacer las más exóticas exigencias)

Estos problemas de recepción son la fase final de la edición, el enfrentamiento final que tiene que producir una buena consecuencia. Es necesario distinguir también que la venta de libros no está limitada sólo a la contingencia de la novedad. Un análisis de las ventas de un libro que en estricto no es una novedad, pero que puede pasar por ella debido a su tratamiento editorial, podría decirnos mucho sobre la sociedad y sus hábitos de lectura; también las estaciones en las que leen algo, y las estaciones donde no. Así como los autores que subterráneamente sucintan un cambio en los consumos culturales. O sea, lo que un cuerpo social intuye como lo meritorio y lo que no.

Ya sean estrategias que apunten a clientes individuales o a instituciones, mucho se juega en la producción de un libro. Y espero que las entradas anteriores reflejen el arduo proceso que desemboca en este punto. Si no, los textos en los que se basan estas entradas son una muestra suficiente de la habilidad técnica, el ojo avizor literario, y la creatividad que son necesarias para embarcarse en una locura como ganarse la vida con libros. Una locura que lo merece todo.

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