sábado, 23 de abril de 2011

Libros Tintos




Cosa de comienzos: el primer libro es el más hermoso e insuperable editorialmente, y eso que no había instrumentos electrónicos para conjugar la fuerza artesanal de las letras, las líneas, las letras tan bien apelotonodas de las imprentas de Maguncia. Como cosa del Big Bang, el primero hace sentir sus ondas vibratorias hasta el final, conclusión a la que sólo El Comienzo puede conectarse.

Qué mal que esta pequeña semblanza del significado histórico de la edición de la primera Biblia de Gutemberg sólo sirva para comenzar a hablar del ensamblaje final del libro. La parte más importante es la materialización de todo el proyecto, es decir, la impresión de todo lo que alguna vez fue sólo un manuscrito borroneado. Organizado (subrayo esta palabra hasta el exceso), por fin se puede uno ocupar de los aspectos físicos, de su presentación al mundo y en sociedad (jajaja).

Es por eso que para la última labor se requiere de un departamento con sus propias tradiciones y modos de servir. Los impresores son el eslabón último de la gestación interior del libro y en ellos recaerá la responsabilidad por cualquier trastabillo a posteriori.

Este proceso, para que no sufra ningún disgusto, debe ser, si no manipulado enteramente por el editor, al menos conocido en sus características generales.

Así pues, esto incluye tres estadios en los que se define la aparición final de un texto.

La composición que es la organización de los caracteres que luego se mojaran de tinta; está dividido en tres técnicas, cada una con sus funciones y desventajas. La composición manual (que fue la usada para crear el corpus principal de los primeros libros) es la labor a capela de las manos humanas. Es tradicional, pintoresco, y mucho más caro que su contraparte técnica, la impresión mecánica. La otra, es el monotipo, en el que un teclado que orden perforaciones y fundiciones moldea y da lugar a las grafías. El linotipo, en el que la máquina se dedica a la formación de líneas, no de letras individuales. Y el más utilizado hoy en día, la fotocomposición que es la versión electrónica de las anteriores en la que se graban los caracteres en películas y papeles fotográficos

Luego lo que vendría siendo en términos más incorrectos, la impresión, que es el trabajo que realizan las máquinas para plasmar los caracteres en el papel. Ya sea en los húmedos y mastodónticos procesos en los que se utilizan prensas y planas de tipos metálicas o en las aún más mastodónticas y húmedas placas de offset. Esos que son los métodos principales tienen otras variantes como la impresión litográfica –que se realiza a través de placas sueltas, con teclas-; y la impresión sin presión, propia de las tecnologías electrostáticas como las fotocopias- que con obscenidad remplazan en las universidades el esfuerzo editorial y su interacción orgánica con el público.

Y por último, la encuadernación que es la culminación de todo: cortar, unir, corroborar, y enlazar todas las páginas en una secuencia legible. Ya sea en rústica, o americana, el trenzamiento de las hojas presupone la duración del libro. Mientras más elaborado y artesanal mejor.

No mencioné las partes del libro, pero todas estas son identificables y requieren una labor conjunta entre estas tres fases que no son definitivas, sino que se entremezclan para influenciar positivamente la obra final. Una vez más, volviendo a los modelos que le dieron gloria, el libro queda como un instrumento que extiende las capacidades imaginativas y conceptuales del hombre.

¡Y PARA TERMINAR ESTA ENTRADA, UN SUCULENTO Y PEGAJOSO LAGO DE TINTAS!


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