sábado, 23 de abril de 2011

¡Puertas de mármol electrónicas!

La pantalla electrónica se ha convertido en el espejo del hombre. Es ya probable que las comunidades e individuos (yo mismo me incluyo) incapaces de dominar el procesador y el “ratón”, los mecanismos de búsqueda y “navegación” se vean relegados a una nueva clase marginada, a ser ilotas del olvido. (George Steiner, Los libros que nunca he escrito, Fondo de Cultura Económica, 2008, p.169)

Las confrontaciones entre dos modos de vida son riesgosas cuando no se analizan todas las partes en litigio. Creer que los libros y la irrupción de la era digital significarán la anulación de uno de ellos (frecuentemente el libro es el motivo de las apuestas en contra) es ignorar mucho de la mecánica de la cultura de siglos anteriores y del nuestro. Igualmente sucede cuando se cree que el negocio editorial está en su decadencia por blogs como este que se publican con impunidad y sin regulación.

El único error, como bien se señala, es pensar en términos puramente físicos una era que se está estableciendo gracias a la técnica digital. Entonces, el problema no es tanto la transferencia de los espacios tradicionalmente reservados a las páginas de papel, sino como los editores reaccionarán ante las nuevas oportunidades que se abren; los matices del ciclo autor-editor-producción-distribución-cliente que se agregan al encontrar en internet, las oportunidades que, claro están necesitan de nuevas competencias, habilidades, y por último y más importante, lenguajes que sirvan para un entorno que se mueve con mucha velocidad, porque es más eficiente, y que necesitan estrategias de comunicación adecuadas a estos cambios.

El ecosistema digital no encierra, propone una gama muy elástica de oportunidades y responsabilidades: la capacidad del novato para generar sus propios contenidos, de comunicarse con los autores, construir redes de información que hagan fluir con más eficiencia las novedades del momento, la lógica del mercado en la que los consumidores tienen un gran poder de decisión. En este entorno, la página web de una editorial (y de lo que sea) que esté diseñada elementalmente puede procurarse todo menos la atención de un número mayor de personas.

Optar por el ahorro que representa mostrar en digital las páginas de una revista, algo que ha marcado la tendencia de “ser verde” (going green). Un esfuerzo que ahorra la pulpa de los árboles sin sacrificar la interacción y las modalidades lúdicas que propone la edición de un libro o una revista.

Nadie mejor que Umberto Eco, atento a los cambios de la cultura popular del siglo XX, para escribir un libro sobre la supervivencia de los libros en contra de todo pronóstico adverso: “Nadie acabará con los libros” es la consigna final.

Esto significa que el gusto del libro como objeto es irremplazable, cosa durante décadas hemos comprobado con el desarrollo paralelo de nuevas tecnologías que no sólo han aumentado el espacio donde son reproducibles libros y revistas que por razones físicas serían complicadísimos de transportar.

La técnica digital, así como todas las que han confluido en los libros, más que ganarles el terreno, han venido a aumentar la funcionalidad y eficacia de las empresas editoriales, aumentando la hermosura de los libros y los rangos de publicación. Esto permite que la preocupación se desplace de lo puramente técnico a centrar todas las fuerzas en el contenido, en el pensamiento. (algo similar pasó con las calculadoras y en seguida con los ordenadores: permitieron a los matemáticos e ingenieros dedicarse a pensarlas como tal, ahorrando cantidades de tiempo que antes eran destinadas a largas operaciones que disminuían la velocidad de la reflexión sobre esos quehaceres).

Ustedes sabrán la cantidad de puertas que se abren con el entorno digital en su apogeo creciente, todas las lenguas, expresiones, autores y propuestas que de súbito están al alcance. Como dicen algunos optimistas, qué buena época para vivir (y leer).

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